La Cruz, una idea de Dios

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La misma multitud que lo adoraba y esparcía hojas de palma, aclamándolo como "¡Salvador!", ahora gritaba: "¡Crucifíquenlo!".

El acusado era golpeado y colgado de tal manera que en poco tiempo sus pulmones se llenaban de sangre, ahogándolo en sus propios fluidos. Además, los romanos consideraban que la muerte por sí sola no era suficiente. Buscaban agregar humillación e infamia, sumando vergüenza a la agonía. Los condenados eran primero despojados de sus ropas y exhibidos de manera que incluso la persona más despreciativa pudiera burlarse, escupir y acusar. Esto convertía al acusado en un espectáculo elaborado de condena, destinado no solo a entretener, sino también a disuadir cualquier intento de rebelión; una táctica más poderosa que la propia ejecución.

A lo largo del tiempo, los romanos perfeccionaron la crucifixión como un proyecto grotesco y cruel, una forma de tortura hasta la muerte. En este cruel escenario, Jesús, el Salvador, se convierte en el epicentro de la redención. Sus manos perforadas y sus pies clavados son la manifestación de un plan divino concebido mucho antes de la creación misma.

En una ironía brutal, el respetado sumo sacerdote, liderando uno de los seis juicios que Jesús enfrentó, se burló de él, gritándole ‘¡Profetiza!’ mientras la gente bajo su mando lo escupía, le vendaba los ojos y le propinaba puñetazos.

El profesor de la Ley se burlaba del mismo autor de la ley.

Aquel designado para ofrecer sacrificios de expiación menospreciaba al Cordero de Dios.

¿Acaso tenía idea de que, durante siglos de práctica del sistema expiatorio, los sumos sacerdotes estaban realmente participando en la matanza del Mesías?

Era necesario que lo mejor de los hombres, en este caso, un respetado sacerdote, demostrara que en lo más profundo de cada corazón humano existe la capacidad de matar al Hijo De Dios, despreciándolo, insultándolo e ignorando todo lo bueno que Él representa.

Sin embargo, una idea de Dios nos liberó para siempre de la maldad de nuestros corazones: El Salvador perforado, con manos y pies clavados. Dios encarnado fue expuesto a todo eso, y la gente se detuvo a mirar con satisfacción perversa.

La cruz de Cristo fue la idea de Dios, la muerte de Jesús fue el plan de Dios; ese martirio que absorbió toda la ira, perfeccionado y maquinado por los romanos, fue el plan divino desde antes de la creación. El sufrimiento y la muerte de Jesús son ahora el mensaje y sello de nuestra fe.

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